domingo, 29 de agosto de 2010

Agosto sabe a rojo


Luces rojas se encienden en el campo para contrastar con una montaña o con el cielo. Es un baile de gala, donde la pasión está mordiendo sus límites y muerde tanto que sangra. Se desborda en color y calor. Es un derrame de rojo lo que podemos ver en ésta era. Se derrama en las calles de la ciudad, en los atardeceres, en los ríos, en los cuerpos, en las flores, hasta el planeta Marte es nombrado así en honor al dios de la guerra. Inclusive las cartas de amor van mejor con tinta roja, porque emana fogosidad y simula el corazón del que salen esas palabras.
Unos rojos labios provocan un beso, no por ser labios, sino por su tono y a esos labios provoca regalar una rosa roja para aumentar su color y así su sabor. Sabor a sandía, jugosa y muy roja.
Un buen verde da más vida a ese rojo que la naturaleza pone ante nuestros ojos y frente a mi cámara. Es por eso que todos estos rojos fotografiados son perfectos para cerrar este mes de agosto que sabe a rojo.

lunes, 23 de agosto de 2010

Un preciado gato…


Este es mi amigo el Negro. Hace unos días falleció por causas venenosas. En la casa de la abuela hay un gallinero, donde las chuchas buscan a las gallinas para comérselas. La abuela tiene sus mañas para atraparlas y deshacerse de ellas (de las chuchas). Y hace poco había atrapado unas tres, que envenenó y el Negro, como todo gato inquieto, porque aún era joven, jugó con ellas hasta probar de ese veneno mortal que la abuela usó y que lo dejó agonizando unos tres o cuatro días.
Este sí que era un gato mimado. Mi madre le enseñó a ser goloso como ella. Tomaba mucha leche y comía pasteles, galletas y comida para perros. Porque sólo le gustaba la de perros. Era vegetariano, aunque le gustaba cazar pájaros y ratas, pero para divertirse un rato, porque no se las comía. Cuando yo iba de visita al pueblo, siempre buscaba mis piernas y mis caricias y hasta le leía, en voz alta, algunos poemas de León de Greiff, yo se que a él le gustaban.
La abuela no gustaba mucho de él. Pero apenas murió le hizo falta y lamentó su muerte.
No gustaba de la calle. Prefería estar en casa, porque se sentía como en el campo, y además tenía un gran techo para recorrer. Todos en la familia querían el gato, hasta mi madre que pocas mascotas ha tenido y no es que simpatice mucho con ellas. Pero con el Negro era distinto. Era uno de esos seres que uno no puede pasar por alto. La casa se adornaba con el Negro y donde se paraba hacía contraste con ese color rojo de los zócalos y las puertas.
 
Del negro quedan estas fotografías que le tomé en varias ocasiones. También le gustaba posar para las fotos. Ponía su mejor cara. Murió teniendo tan solo dos años.



 

miércoles, 18 de agosto de 2010

UN CIELO

TANTOS COLORES,
TANTAS ESENCIAS,
Y EL HOMBRE AÚN
GOLPEÁNDOSE CONTRA
LOS RIFLES Y CAÑONES
QUE LO CEGAN DE TODO
MISTERIO, DE TODA SONRISA.
EL CIELO SIGUE ESTANDO AHÍ,
OBSERVANDO, DESDE SU
ASIENTO ESPECIAL,
EL DERRUMBE.

Foto tomada en Girardota a las 6:23 pm

lunes, 2 de agosto de 2010

Croto mañanero


  
Croto: una especie del género Codiaeum perteneciente a la familia de las Euphorbiaceas. Es un arbusto tropical cultivado normalmente como planta de interior, de muy diferente tamaño y forma según el tipo, y que posee una de las más atrevidas combinaciones tonales de todas las especies de uso doméstico. Es originario del archipiélago malayo. Cultivado en interiores, adquiere un porte bajo(60 cm).


Mientras leía, sentía la maravilla de nacer cada día. Días antes, perturbada por lo áspera que es la realidad común. Pero la sorpresa de sentirse nueva todas las mañanas, de deleitarse con la existencia. Esto pensaba y de repente unas voces alteradas entraban por la claridad de la ventana. Quise detenerme  escuchar, porque ahí se estaba revelando el hombre moderno. Una voz femenina, gastada por los años, tronaba en plena calle. Miré. Una señora sentada en las escalas de la casa del frente, llevaba puesto un vestido de flores y debajo, un delantal amarillo. Regañaba a un hombre de unos cincuenta años y un poco ebrio. Eran las diez de la mañana y él ya danzaba con el viento, se tambaleaba haciéndole una mueca a la gravedad. Ella se puso de pie al no entender las palabras de este hombre que la sacó de quicio. Su delgado cuerpo era tan frágil que se vio desaparecer y recordé la imagen de esta misma señora unos meses atrás, que subía por la misma calle, llevada de los brazos de dos mujeres, porque se estaba desmayando continuamente. Las dos mujeres le rogaban, casi gritando, que caminara que ya iban a llegar a casa. Es vieja, con unas marcadas arrugas. Se le ve su figura de mademoiselle en sus años mozos. Camina mientras el borracho le entrega unas llaves. Ella se las recibe, alega y se las devuelve de nuevo diciendo que no va a cuidar a nadie, que se vaya para la casa. Él le pregunta que para dónde va y sale detrás. A este hombre lo he visto en repetidas ocasiones en una tienda del barrio, tomando Niquelado y cuando más, Aguardiente con unos amigos que tienen como oficio de albañiles. Él andaba a otro nivel de la señora, con una ebria plenitud. Es su manera de resistirse al convencionalismo de los días. Se para en mitad de la calle y extiende sus brazos, señalando para el cielo y saludando a un amigo que le llama desde abajo. Sigue caminando detrás de la mujer, pero esta ya ha desaparecido, es tragada por la esquina. Él se detiene de nuevo y flexiona su dorso, sin doblar las rodillas y recoge la bota de la sudadera azul celeste, que lleva puesta, hasta la pantorrilla. Esto lo hace con pleno equilibrio. Su camiseta amarilla resplandece con el sol mañanero. Lleva una sonrisa eterna. Camina dando unos saltos. Todo un alegre y bohemio. Subió una escala magistralmente que las rosas que hay en el prado le hicieron una reverencia mientras pasaba. Sus ojos miraban detenidamente hacia el infinito. También desapareció en la esquina y quedé con la extraña sensación de haber soñado. Todo se detuvo en ese instante, celebrando lo maravilloso que es tener una ventana a la calle con un croto adornando ese muro gris que está en frente y sobre todo, una calle viva que muestra toda su desnudez con la caravana de rostros cincelados de gracia y otros de desgracia.


El atractivo del croto radica en el follaje de colores vivos y hojas de diferentes formas. Sus hojas, perennes, son de color verde pero con manchas nervadas rojas, rosas o amarillas. Estos colores brillantes suelen oscurecerse con la edad de la planta. Además de esta variedad de color, el croto también presenta diferentes formas de hoja, incluso en una misma planta. este árbol abunda en la ciudad por su característica de ornamental

Croto, cuyo nombre significa aplauso. En la mitología griega, es el nombre de un sátiro hijo de Pan y Euterpe, nodriza de las Musas.
Vivía en el monte Helicón en compañía de las Musas. Inventó el arte de disparar con arco. Mientras escuchaba a las Musas, las alababa con gestos y por medio de una palmada, y sus gestos fueron imitados por otros, por lo que se consideraba que era el inventor del aplauso.
Las Musas, complacidas por haberse sentido reconocidas por su talento, pidieron a Zeus que pusiera a Croto entre las constelaciones.



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