martes, 24 de noviembre de 2009

Cisnes por doquier

¿Y si de la noche a la mañana las montañas se llenaran de cisnes y nada más que cisnes? Cisnes de todos los colores y tamaños y entonces los humanos sean cisnes…

Los cisnes. Una fotografía tomada a las 6:07 pm en Girardota.

martes, 17 de noviembre de 2009

Un cuento de Manuel Mejía Vallejo

Sombra desobediente



Yo, el solitario. Por lo menos tenía mi sombra: ni grande ni pequeña -a veces alargada, recogida a veces-; la que merecía, la exacta para mi soledad. Pero ocurren cosas extrañas al viajero y su sombra, aunque ya nos habíamos acostumbrado al pequeño misterio de cada día. Si caían a nuestro lado otras sombras, distinguíamos en ellas el ala o el cuerno o el rostro o el árbol, hasta la sombra del agua en algunos días, cuando la lluvia juega al sol y los pájaros sueñan entre ella aulas de juguete.

Cuando la mía se fue, pensé que regresaría con el primer sol de verano. Una tarde intentó volver, se arrimó a un árbol desconfiada, pero no pude separarla de la sombra del árbol. Otro día creí verla hacia el monte respirador; mis pasos, acostumbrados a ella, quisieron seguirla.

Fueron tantos los caminos andados. Debió extraviarse en uno de aquellos caminos. Nadie la conocerá como yo, nadie le mostrará tantos lugares, nadie entenderá mejor su fidelidad cuando el sol me la desprendía y así, fuera de mí, seguía el paso.

-¡Sombra!

Aunque la entiendo, duele su rebeldía. Será el invierno; las sombras se van con el sol, él las hace, su ausencia las destruye.

Ahora, más solo que nadie, que siempre, que nunca, más solo que la soledad, voy como un río. Únicamente el río no tiene sombra, el río: deben caer frescas las sombras en el vientre del agua.

-Se ahogaría en el río, mi sombra.


Manuel Mejía Vallejo
Las noches de la vigilia




unas fotografías en el parque de San Igancio

jueves, 12 de noviembre de 2009

Particularidad de muerte

Es la muerte la que habita en la noche estos lugares, los cementerios, y en el día está esa blancura que fastidia por su terrible palidez la ver algunos aposentos vacíos con el tamaño de un ser humano, porque se parece a un hombre pero es la muerte.
Algunos contienen nombres y fechas antiguas, pero de otros ni su nombre ni fecha se sabe, está el vacío y con la posibilidad de haber estado ocupado por un cuerpo inmóvil, solo posibilidad.
Se conserva, sin embargo, la tierra con sus cientos de cruces (de cruz) encima. Quiénes estarán ahí? Tampoco hay nombres, algunas están a punto de colapsar, otras ya lo están completamente, se rindieron a seguir en pie, firmes, haciéndole compañía al que algún día tuvo vida y nombre, y ahora es solo cuerpo muerto, luego huesos.
Y la fosa común cientos de huesos arrumados, el uno encima del otro, como si su destino fuera ese, cargar con los huesos del otro y ser de los tantos NN que han ocupado los cementerios de Colombia. Son sólo huesos renegridos, que antes estuvieron ligados y formaron un esqueleto. Es el ciclo natural.
En este cementerio, desde donde hablo, siguen pasando particularidades con la muerte. Esto que describo pertenece a la parte trasera del cementerio de Andes, mi pueblo, el que talvez guarde un espacio para mí. Quisiera estar en esa parte trasera, donde a los visitantes les da miedo arribar. Ya la muerte se encargará del resto. En esa parte de atrás, en toda la mitad de una manga, hay dos torres de lata, muy altas, de unos diez metros cada una -en honor a Gonzalo Arango- dice su fiel seguidor, Kale, del que seguramente Gonzalo se avergonzaría. Pero están ahí y tienen ya sus años. Se ven desde varios sitios del pueblo, significando para el mismo fiel seguidor -la nada-
El frente da una cara distinta. Nadie se imaginaría lo que podría pasar detrás. ¿Será por el temor que le tienen a la muerte que es bueno ocultárselas y ponerle una mejor cara? O ¿los de atrás no merecen mostrar su cara al pueblo porque su estrato no se lo permite?
Ahí pueden ver en la fotografía más exactamente de lo que les hablo.













martes, 3 de noviembre de 2009

Cédula de ciudadanía

Miraba fijamente mi “identificación personal” en esta República, que es la de Colombia (si es que todavía se le puede dar ese nombre tan bonito de República), y trataba de descifrar ese número de ocho dígitos, cinco de los cuales son el 1, luego una firma que hoy ha cambiado un poco, la de ahora es escurridiza, tambaleada aunque no pierda esa esencia de la otra, pues es la misma B. En la foto tengo una camisa del color que ahora no me pongo; el rojo. Ese rojo se fue sin decir nada, no volvió a asomarse por mis prendas de vestir, pero sí por algunos atardeceres, aves o flores. Llevo unos pendientes en las orejas que ahora no me pongo. Las de hoy las he dejado libres, sin esa costumbre que me impusieron desde niña sin yo poder elegir ¿acaso dejo de ser más o menos mujer por unos aretes? El cabello estaba más peinado que ahora, además esa línea que algunas nos hacemos para descubrirnos el rostro se ha corrido un poco para el costado izquierdo. El viento es el que se ha encargado de darle esta última forma. Cada cabello va y viene a su gusto. Y se conserva también la esencia; la misma sonrisa, los mismos ojos llenos de atardeceres. Después de medir mi huella ahora con la de hace seis años, la última se ha alargado un poco, ha pasado más páginas de libros y ha tratado de no ponerla en ninguna parte más para no seguir perteneciendo a un sistema que nada más sabe de nosotros por un número y una huella y hasta ni eso. No saben de nosotros. “Los compatriotas” nos llaman algunos con mucho orgullo, porque se quedan nada más en nombrarnos y en darnos importancia en las elecciones y para no dejarnos entrar a ninguna parte y nada de derechos si no lleva su identificación personal, la CEDULA DE CIUDADANIA. La fecha de nacimiento no ha cambiado ni el lugar ni el sexo. La estatura sí, y del grupo sanguíneo nada sé de él porque solo para esa vez me hice una prueba, no he comprobado esos resultados. Es posible que mi RH no sea ese y es posible que sí, algún día puede que salga de la duda. ¿Para qué servirá en la República de Colombia entonces esa identificación a la que le han cambiado tantas cosas y es posible que algunas sigan cambiando?

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