lunes, 23 de agosto de 2010

Un preciado gato…


Este es mi amigo el Negro. Hace unos días falleció por causas venenosas. En la casa de la abuela hay un gallinero, donde las chuchas buscan a las gallinas para comérselas. La abuela tiene sus mañas para atraparlas y deshacerse de ellas (de las chuchas). Y hace poco había atrapado unas tres, que envenenó y el Negro, como todo gato inquieto, porque aún era joven, jugó con ellas hasta probar de ese veneno mortal que la abuela usó y que lo dejó agonizando unos tres o cuatro días.
Este sí que era un gato mimado. Mi madre le enseñó a ser goloso como ella. Tomaba mucha leche y comía pasteles, galletas y comida para perros. Porque sólo le gustaba la de perros. Era vegetariano, aunque le gustaba cazar pájaros y ratas, pero para divertirse un rato, porque no se las comía. Cuando yo iba de visita al pueblo, siempre buscaba mis piernas y mis caricias y hasta le leía, en voz alta, algunos poemas de León de Greiff, yo se que a él le gustaban.
La abuela no gustaba mucho de él. Pero apenas murió le hizo falta y lamentó su muerte.
No gustaba de la calle. Prefería estar en casa, porque se sentía como en el campo, y además tenía un gran techo para recorrer. Todos en la familia querían el gato, hasta mi madre que pocas mascotas ha tenido y no es que simpatice mucho con ellas. Pero con el Negro era distinto. Era uno de esos seres que uno no puede pasar por alto. La casa se adornaba con el Negro y donde se paraba hacía contraste con ese color rojo de los zócalos y las puertas.
 
Del negro quedan estas fotografías que le tomé en varias ocasiones. También le gustaba posar para las fotos. Ponía su mejor cara. Murió teniendo tan solo dos años.



 

No hay comentarios:

Seguidores

Visitantes