Ciudad amarilla
Miro a todos lados de la montaña y grandes pompas amarillas resplandecen. Son el mismo sol que quiso iniciar el 2012 en Medellín y atrapar las miradas de estos ciudadanos que ya veníamos agotados de tanta luz azul artificial que pobló el diciembre y que aún se conservan. Ellos se elevan para colorear el espacio y gritar que hay mucha vida en la tierra, que hay esperanzas de cambio para los hombres.
No puedo evitar pararme debajo de un guayacán y esperar a que suelte una flor y cogerla en el aire antes que caiga al piso y luego recoger varias ya caídas y guardármelas en los bolsillos.
Festejo la vida. Sorprenderse ante la maravilla es tener, aún, mucha vida.
1 comentario:
¡ojalá se pudiera apreciar toda una ciudad amarilla, en la cual solo dominen las maravillas de la naturaleza!
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