lunes, 7 de marzo de 2011

La guerra en escaleras eléctricas


Parece un cuento de ciencia ficción, pero es la realidad y es Medellín. Más aún, parece un chiste y de esos que saben hacer los maliciosos gobernadores para robar su tajada. Unas escaleras eléctricas para el barrio Independencias 1 en la comuna 13.

Todos los días camino por esas calles que llevan a callejones sin salida donde a diario transitan corazones atemorizados por otros corazones inconformes y aislados en las altas montañas como ratas, sin un cartón para calentar sus hijos, sin un bocado de comida porque ya la misma sociedad los aisló y los excluyó ampliando sus calles y sus parques para el disfrute de pocos. Llegan unas escaleras eléctricas como si fuera la solución al conflicto y muy contentos dicen para El Espectador los de la EDU que ya muchos sabemos de sus atropellos de desplazamiento en la ciudad: “Estamos haciendo un trabajo para que se apropien de ellas, para que las cuiden y sepan cómo funcionan. Para ello, cuenta María Eugenia Ramos, estamos llevando, especialmente a los niños, a un centro comercial de la ciudad para irlos entrenando”.
¿Por qué no hacer un trabajo de educación sin que esté la avaricia de por medio? ¿Por qué  dejar de un lado la sinceridad y tapar con obritas los grandes problemas?
 Y ¿qué ganan con llevar a los niños a un centro comercial? Entrenarlos para que su rabia sea más grande. Pura falsedad, como si un centro comercial fuera la salida. Allí abunda la vanidad y el materialismo, ¿para qué quererlos instalar en esa burbuja?
El único comentario que acompañaba la noticia de las escaleras eléctricas, hablaba del “progreso” de Medellín, que comparaba a Bogotá “donde todo se lo roban”. ¿Y es que aquí no? ¿A cambio de qué se hacen esas obras?

Toda esta guerra nos vuelve en una sociedad desamparada, donde son los rostros los que reflejan una profunda tristeza y un descontento.


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