viernes, 4 de diciembre de 2009

Retratos

El cuerpo es ese vínculo del hombre hacia el exterior. Por tal razón debe ser visto y disfrutado sin sentimiento de culpa y sin la carga moral que tanto nos ha rodeado durante siglos. Ahora, es indispensable buscar la belleza después de quitarnos todos los mantos, perseguirla como el fin último pues es la única manera de recuperar la inocencia perdida. Con la fotografía se logra. Era Lewis Carroll un gran fotógrafo que llevó este arte a su máxima expresión a tal punto de profesar la divinidad como filosofía personal. Es por eso que la fotografía se va adentrando en las vísceras del que se dedica a ella. Va llenando ese vacío que también logra la literatura, la música, la pintura, es decir, el arte. Se va transformando la mirada de la realidad.

Por ejemplo los rostros andinos, a los que les he dedicado algunas horas, tienen el encanto de reflejar serenidad, luz y la virtud de guardar su tragedia. Algunos llevan en sus ojos esa tierra que los vio nacer, pero todos tienen la mirada fresca y coqueta, esa que ni los años destruye.

Andes tiene a 5 kilómetros un resguardo indígena, Cristiana. De allí van al pueblo los domingos estos indígenas a comprar su mercado, igual que los campesinos. Y tiene uno el gusto de toparse con estos.


Aquí está Jairo Toro, poeta y alcohólico. Un enamorado de la vida y de las muchachas bonitas, pero no cree en ninguna del pueblo, a todas les dice que son bobas, llenas de nada. Está dispuesto a seguir la primera revolución que se le atraviese por el paso. Canoso, como le dicen, es amigo de Jairo en sus borracheras, hace mandados en el pueblo.





Y la reina de reinas. Esta bella mujer ha sido la única y verdadera reina del pueblo. Ella sí le hace sincera reverencia a esa corona que siempre lleva puesta.



Y estos otros rostros que están por ahí, dejándose ver en toda su esencia por una cámara.




1 comentario:

Alexa del Coral dijo...

Bibiana, posees una mirada maravillosa y sabes descubrir la auténtica belleza y grandeza de lo que miras. Me encantan estas fotografías; sobre todo la de la reina. Qué bella. Y el poeta, todo un sabio personaje.

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