jueves, 16 de abril de 2009

EL VIAJE


Rostros; talvez sea mi autoretrato en unos años.

las montañas andinas

El río San Juan. En este charco se bañaba Gonzalo Arango

“Hacer un viaje debería suponer siempre una experiencia, y solo es posible experimentar algo que merezca la pena en ambientes con los que uno tiene relaciones afectivas”. Herman Hesse. Decidir viajar es también ponerse la mano en el corazón y preguntarse porqué se viaja. Porqué este y no aquel lugar. Siempre hay un incentivo más allá de querer cambiar de aire, alejarse de lo cotidiano que se vuelven las calles de la ciudad, la búsqueda del descanso, el regreso satisfactorio, que al fin de cuentas es lo que todo ser humano quiere. Pero hay algo tan pequeño, que no está en todos los corazones y es alimentar el espíritu con los detalles, con lo poco explorado, con lo menos turístico y con las grandes sonrisas de los que sí respiran otro aire, ven otro verde, oyen otros cantos.
Esas relaciones afectivas de las que habla Hesse, las puedo llamar un presentimiento de tesoros escondidos. Esos que no pueden ver los que ponen el mapa del mundo en la pared y lanzan una flecha, y donde caiga allá irán. Es válido, cada cuál decide el motivo de su viaje, pero es ahí donde nacen los turistas. Esos que pisotean la grama, se comen las frutas, ensucian el agua, hacen lo que quieren con el dinero y deterioran el paisaje. Tesoros poco materiales y más sentimentales. Hesse insiste en que “no deberían quedarse embobados ante las montañas, los saltos de agua, las ciudades, pasando simplemente de largo junto a todo ello, como si se tratara de los efectos del decorado, sino que deberían aprender a reconocer cada cosa, en su lugar concreto, como algo necesario y orgánico, de donde vendría precisamente su belleza”.
Y es que viajar es un arte y bien misterioso. Más que buscar hoteles lujosos, conversar con gente famosa, está la posibilidad de habitar lugares nativos, fondas, visitar campesinos que te cuentan la historia bien contada, con los detalles necesarios para que se quede grabada en la memoria.
Los viajeros deben empacar en la maleta todo su romanticismo, el deseo de comprender lo peculiar y quitarse el traje de la estupidez.

Estas fotos son del viaje a Andes…


El cementerio, pero solo es fachada, por dentro es más hermoso, más apocalíptico

Otro rostro, de los que tanto abundan...

que tal que Gonzalo Arango viera esto?

2 comentarios:

Pedro Arturo dijo...

Lo mejor del viaje, además, es compartir su recuerdo (y estas fotos hermosas) con los amigos, para que en su imaginación compongan también su propio paisaje. Totalmente de acuerdo con tu reflexión. Muy bello ese lugar y reconforta mucho saber que está ahí todavía...cuando todo en el mundo no nos señala más que el
apocalípsis. Gracias, Bibiana.

Anónimo dijo...

Viajar con el corazón entre la maleta tiene un misterio,que solo los grandes en espiritu podran entender y solo ese dia dejarán de ser turistas. El viaje es el alimento mas saludable para el alma. Julio César

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