domingo, 19 de abril de 2009

El color gris de la ciudad



Todos los días salgo a la ciudad. Me enfrento con esa pesadilla sin fin. Y sin embargo, esa belleza apocalíptica me impresiona. Me deja muda. Me incita a escribirla, fotografiarla, dibujarla, odiarla, quererla, olerla, hablarla. Esa ciudad que algunos llaman llaga, otros costra, otros puta, los de aquí desierto, los de más allá ruina, y yo simplemente le digo la oscura. Esa que esconde sus crímenes bajo la manga. La que vomita contaminación. La que está en eterna lucha con la naturaleza. La que nos aprisiona y nos cubre con sus muros y consigue sepultarnos allí, bajo sus pies. La misma que nos muestra una cruda realidad a la que no nos acostumbramos. Asesina. Violenta. Sangrienta. Sucia. Hambrienta. Triste. Solitaria. Vanidosa. Enferma. Ruidosa. Católica. Política. Económica. Clasicista. Loca. Afanosa. Hipócrita.
Cada vez que ando por las calles de Medellín, llego a casa con un sentimiento diferente. Algunas veces de odio al ver tanto sufrimiento, tanta venganza. Otras veces llego con una sonrisa que me generó un rostro y aún no lo olvido, o las palabras de tal personaje. Otras, llego perpleja con la gama de olores y colores que en una hora pude percibir. Porque me encontré con un viejo amigo. Y todas las veces llego con el rostro negro.
Todo ese sentimiento se verá reflejado en crónicas de la ciudad divididas por capítulos que aquí publicaré.
La imagen fue hecha en un momento de inspiración por esa ciudad soñada y que al mismo tiempo está perdida. Por ese color gris de la ciudad que se derrite.

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