domingo, 15 de marzo de 2009

Despedida desde la distancia

Hay despedidas que te dan algunas vueltitas interiores, otras que pasan y al rato se olvidan y otras que se quedan marcadas en algún punto frágil del cerebro. Quién sabe dónde. Pero sabés que ahí está ese recuerdo martillándote. Ayer C partió para Argentina. M y yo pensábamos llevarlo hasta el aeropuerto en Rionegro. A las 10 y 17 de la mañana recibí una llamada de C para confirmar el encuentro y luego tomar camino hacia el oriente antioqueño. Quedamos que a las 12 nos veíamos en la estación del Parque Berrío en el Metro. Era una mañana bastante calurosa. M y yo bajamos al centro, desde Buenos Aires (el barrio donde vivo, casualmente como la ciudad que se lleva a C), rapidito para vernos con C. Llegamos al lugar donde nos veríamos. C no estaba. Eran las 12 y 20. 20 minutos de retrazo. Para M, C se tardaría. Es su costumbre, llegar tarde. Pero yo pensaba que tal vez C no quisiera retrazar su viaje. Viaje que posiblemente será definitivo. Viaje que estaría esperando durante años. Viaje que no dejaría pasar. Lo esperamos por lo menos hasta la 1 y 30. C no llegó o se fue sin nosotros. Lo más terrible fue que nos tocó esperarlo en medio de la calamidad y el desbordamiento del ser humano que hay en ese parque (el de Berrío). Primero era sábado y segundo era quincena. Ni modo de fotografiar el lugar. Temíamos de perder la cámara. Así es en Medellín. El miedo es una capa que envuelve todos los rostros y los priva de la tranquilidad. El miedo se apodera de las almas y todo el que pasa a tu alrededor es sospechoso. Nos quedamos sentados en las escalas del Metro. Pasa una mujer con su abundante maquillaje, su falda muy corta y dos termos en las manos, vendiendo tinto. Pasa este o aquella que te roba la mirada. Porque hay algo en sus rostros (no soy retratista, pero soy periodista y observadora). El que se sienta a tu lado y te mira y se corre. La vejez está en la flor. Cientos de ancianos sentados por ahí, conversando de dinero, mujeres, trabajo. Algunos toman tinto. Otros recogen el periódico que hay en el suelo para ver qué pasa en la ciudad o quizá para entretenerse un rato, mientras pasa el tiempo. Es allí, en el centro, donde llega todo. Donde pasa de todo. Donde se conjugan pobreza, miseria, valentía, contaminación. Vimos como un ladrón le arrebata la cadena a un muchacho. Vi el rostro del ladrón convertirse en fiera en ataque. Como pasa con un tigre cuando agarra a su presa. Le jalonó la cadena y de un solo tirón la reventó. El otro (atracado) del susto, siguió y ni un gesto de venganza. Dejó que se llevaran su cadena, pero no su vida. Buena desición. Es mejor que se lo lleven todo. Nos quitan un peso de encima.
M y yo decidimos regresar a casa. Era un ambiente pesado. Subimos llenos de silencio y de cansancio. Compramos un vino para brindar en ausencia de C. Leímos algunos poemas en ausencia de C. Después todo será en ausencia de C (lo compramos argentino para darle sentido al amigo que este país se nos estaba llevando). Pero C estará consigo mismo. Conociendo y viviendo Argentina. Llenando su poesía de misterioso paisaje. Dejando que su cabello caiga y fecunde los lugares que pise. Paseándose del brazo de la mujer amada. Alimentándose con los recuerdos de Borges, Cortázar, Bioy Casares, Larreta, en fin y porqué no, bailando una Milonga.

En las fotografías se ilustra un poco lo que C significa para nosotros (la pandilla completa). Es el rostro de C el que está allí dos días antes de partir. C con la pandilla, la que tanto lo extrañará, yo estoy tomando la foto y M estaba a un lado. J había partido para su casa, consternado por los hechos del día (Un estudiante es asesinado en la Universidad donde todos estudiamos). La ciudad que vimos cuando nos devolvíamos sin la despedida de C, sin el abrazo de C. El vino que reemplazó a C y los poemas de Eugenio Montejo, Los Ausentes. Una despedida desde la distancia.




8 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien

Anónimo dijo...

Ay bibiana bendita... desde afuera me empujaste las lagrimas que llevo enterradas en el alma. No deseaba untarme de melancolia al evocar el destino argentino de nuestro compañero, pero una tristeza me llega de sopeton, y se hace tan fulminante la realidad de que Cilmoa se fue, no sabemos hasta cuando, que estallo en un llanto interior.
Hace unos dias camilo transitó estos pasillos, y yo lo miré como si siempre fuera a estar alli. Ahora que me arrimo al numero 20, me intranquilizo un poco. A veces parece que algo murio con su partida, pero mentiras, se ha quedado vivito y coliando en nosotros, sonriendo, alocado. Tan feliz que la tristeza le quedaba como una broma mal hecha.
En mi abrazo tengo su abrazo, no el ultimo, sino el primero que le doy para despedirlo con el presentimiento de que cuando lo vuelva a ver, estará más calvo, como siempre se lo ha imaginado. No quiero pensar que no lo volveré a ver, pero que va, es triste que no me atienda en el bar, que por un tiempo no vayamos hasta su casa a llevarlo, que la pandilla camine las calles arrastrando su recuerdo como un pena feliz que terminará por ser olvidada... un dia reaparecerá y nos daremos cuenta que se fue a cambiarse el rostro.

Hoy me fumare un herbaceo en su memoria. Y llorare, seguramente, por que estaba muy bonito los ultimos dias, y no podré verlo envejecer, afortunadamente.

Anónimo dijo...

mamasita

Anónimo dijo...

Rica mami, bombom de arequipito con coco... pasas con chocolate... helado de brawni con cerezas... turron... Bizcochote. Si como escribe cocina, me le leo hasta los borradores.

Juan Camilo dijo...

ay bibi, esas cosas que decis parecen serias. No he cultivado afectos y por eso me gusta que escribas con iniciales, porque C puede ser cualquier Cosa. Yo tambien los esperé. Preguntale a M (mauricio) pero me fui porque me iban a atracar. Eso pasa con frecuencia en Medellin. Pero me fui sin arrepentimiento. UN despedida es una simple despedida. Por eso al anonimo que casi me hace llorar le digo que fresco, en un mes ya ni recordara el tono de mis voz y la sonoridad de unos versos que nunca debí escribir porque no sé escribir. En fin, el hecho de que ya no los vea, no quiere decir que no los vea. Igual, cuando esta allá me asegure la distancia. No llamé a nadie, no busque a nadie, y estaba y me quedaba callado. No cultive afectos. Fui como un fantasma. asi que mi partida se hizo hace tiempo. No hay diferencia.
un abrazo con mala ortografia

Anónimo dijo...

Camilo es un mentiroso, parece poeta. Lo que acaba de decir es literatura. Si bien no cultivo afectos, si, en cambio, en nosotros tenia un cultivo de metaforas. Y ahora el muy cinico habla de no haber sembrado nada. como si un poema no fuera una flor, y la posibilidad de encontarlo en la calle, la oportunidad de rodar verso abajo en su palabra.

Anónimo dijo...

Bueno, al llegar a mi casa aquel Sábado, un viento frio se colaba por debajo dela puerta, congelando todo mi pequeño hogar, como queriendome decir: Hoy Camilo no está, acuestate a dormir y me dispuse a destender mi cama. J.C

Juan Camilo dijo...

haber anónimo, Cínico quién. acá estoy para encararte, porque no soy poeta, no soy nada de eso. Pilas, mi reputación puede estar en peligro con esos calificativos. La poesía es para grandes ligas y mis pulmones no dan para andar más de un kilometro diario.
¡COnteste! Revele su nombre. De lo contrario no me queda más que abrazarlo

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