domingo, 9 de octubre de 2011

Palabras punzantes

Una novela rebelde que saca toda la rabia interior que hay acumulada en años, también la de vidas pasadas. Yukio Mishima en Caballos desbocados, con la brillantez y limpieza de la prosa, la agudeza de los diálogos, la poesía serena, incita al pensamiento  de nuestro accionar en un país lleno de criminales, de gobiernos sinvergüenzas. Isao, su protagonista de tan solo 18 años de edad, es practicante del Kendo (arte marcial japonés) está preparando un ataque al Japón de los años 30, bastante desconfigurado, con vacíos espirituales y decadencia moral. Al final del ataque, junto con sus camaradas se harán el Seppuku o Harakiri (abrirse el vientre con una espada). Este párrafo del libro que les quiero compartir, me conmovió sobremanera y abrió caminos a la rebeldía sin temor.


Una sombría cascada de pesar corría por el corazón de Isao. su propia estimación parecía desgastarse lentamente. Si continuaba allí era porque lo más preciado para él, en aquellos momentos, no era su propia estimación.. Y como consecuencia, la abandonada autoestima se vengaba causándole un dolor que no podía dejar de percibir. Más allá del dolor estaba su pureza, parecida a un cielo claro por la tarde visto al través de unas nubes desgarradas. Como en un sueño Isao veía los rostros de quienes espoleaban a la nación y que merecían la muerte. Cuanto más aislado y desprovisto de fuerza se sentía él, más opresiva resultaba aquella carnal y opulenta realidad. La hediondez que emanaba de sus perversidades crecía a cada instante. Isao y sus camaradas se encontraban lanzados a un mundo de incesante incertidumbre y ansiedad, tan quebrado como el reflejo de la luna sobre aguas turbulentas. Eran los crímenes de los saqueadores lo había originado aquello; sus crímenes los que habían transformado en algo tan inseguro y tan indigno de confianza. La grotesca realidad de aquellos hombres hombres que estaban con Isao eran un ejemplo de toda la perfidia del mundo. Cuando hubiese matado a los criminales; cuando su inmaculada hoja se hundiese en aquella carne inflada por la grasa y arrasada por la presión arterial, sólo entonces, por primera vez, podría el mundo enderezarse de nuevo. Y entre tanto...

1 comentario:

MH Muñoz dijo...

suena como si estuvieras dispuesta a pasar por las armas a muchas personas...

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